¿Quién dice que la construcción y el transporte es cosa de hombres?
REDACCIÓN NOTI-AMERICA (ECUADOR). Por Verónica Tejerina y Rafael Poveda
De acuerdo con la Organización Internacional de Trabajo (OIT), la tasa de participación laboral de las mujeres en Bolivia en 2013 fue de 61,6%, la segunda más alta de la región sólo después de Perú (66,8%) y muy por encima del promedio regional (50,4%). Sin embargo, cuando comparamos esta tasa con la tasa de participación laboral masculina—82%—podemos notar que todavía existe una brecha de casi 20 puntos porcentuales.
Si bien los ingresos nominales han incrementado en los últimos años, la brecha de ingresos entre hombres y mujeres se ha mantenido. En el 2011, el ingreso promedio de las mujeres representaba solo un 60% del de los hombres. Adicionalmente, se observa que las mujeres tienen mayor representación en actividades de menor productividad y, por tanto, menos remuneradas.
En Bolivia las mujeres están sobrerrepresentadas en actividades tales como hotelería y servicios sociales, subrepresentadas en sectores no tradicionales como transporte, minería y construcción. Sin embargo, esto está empezando a cambiar, y hoy muchas mujeres bolivianas incursionan en el transporte, la minería y la construcción.
En La Paz y El Alto, un grupo de maestras constructoras que realizan tareas de albañilería, plomería, pintura y electricidad, se reúnen todos los días para ofrecer sus servicios y conseguir contratos, con el fin de no trabajar con contratistas informales. Entre ellas está Lidia Romero, una mujer boliviana de origen indígena que trabaja en el sector de la construcción.
A Lidia esta forma de trabajar le ha permitido tener flexibilidad en sus tiempos para poder cumplir con otras obligaciones personales y del hogar, situación que no era posible cuando trabajaba con contratistas informales.
Ahora, Lidia es integrante de la Asociación de Mujeres Constructoras (ASOMUC), una alianza municipal del sector. Ella y otras 250 maestras constructoras, han recibido capacitaciones en áreas técnicas y en salud y seguridad ocupacional. La mayoría de estas mujeres pertenecen a pueblos indígenas y han tenido limitado acceso a la educación formal y la formación profesional.
Asimismo, Lidia está registrada en la primera bolsa de trabajo de mujeres del sector, generada por la OIT y por el gremio de empleadores del sector de la construcción en Bolivia, cuyo objetivo es visibilizar a las mujeres capacitadas y generar más oportunidades laborales para ellas.
Como Lidia, hay muchas otras mujeres en Bolivia. Sinforoza Rodríguez, dirigente de la Federación de Cooperativas Mineras de Potosí, que aglutina a 400 socias en 80 cooperativas, trabaja en las minas hace 18 años. Allí trabaja el zinc y la plata usando una perforadora. Por su parte, Carmen Chirinos, trabajó desde muy niña como ayudante de maquinaria pesada. Con el ejemplo de su padre, quien era operador, Carmen se motivó a trabajar en estas tareas y en el 2016, ingresó a la empresa constructora NAVLA como ayudante de motoniveladora y conductora de volqueta. Desde finales del 2017, se desempeña, en la misma empresa, como operadora de un compactador.
En el caso de Carmen incursionar en este campo significó enfrentar múltiples obstáculos, ya que pocas empresas le dan la oportunidad a una mujer al presentarse a la oferta de trabajo por considerarla menos capacitada y más “problemática” que un hombre.
Además de enfrentar estos estereotipos y prejuicios, las mujeres que trabajan en estos sectores suelen ser peor remuneradas que los hombres a pesar de tener las mismas responsabilidades y desempeño. En Bolivia en general, existe una brecha de salarios de género, donde las mujeres ganan solo un 57% de lo que gana un hombre haciendo el mismo trabajo.
En el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) estamos convencidos de que invertir en las mujeres y las niñas aporta grandes beneficios a los procesos de desarrollo y de que fomentar la participación de las mujeres en áreas catalogadas como “predominantemente masculinas”, específicamente, es indispensable. Mujeres como Lidia, Sinforoza y Carmen así lo demuestran.
Fuente: BID