¿Qué son las políticas agropecuarias?
REDACCIÓN NOTI-AMÉRICA (ECUADOR)
¿Sabías que la mayoría de gobiernos tiene un interés activo en las condiciones socioeconómicas de sus zonas rurales y, en particular, en el sector agropecuario? Como explica Tim Josling, el término “política agropecuaria” (también conocida como política agrícola) se usa para referirse a “el conjunto de medidas políticas que emplean los gobiernos a nivel nacional o subnacional para influir en el entorno económico del sector agropecuario”.
Los gobiernos utilizan una serie de instrumentos para llevar a cabo dichas intervenciones; ejemplos de estas políticas son: la protección en la frontera frente a la importación.
- Los subsidios y otros incentivos para exportar los excedentes de producción.
- Las ayudas directas a agricultores para mantener los ingresos agropecuarios.
- Los programas de estabilización para evitar la fluctuación de precios.
- Los incentivos a la inversión para mejorar las explotaciones agropecuarias.
- La regulación para proteger la salud de consumidores y trabajadores agropecuarios.
- Las inversiones en infraestructuras, educación y salud en las zonas rurales.
- La aplicación de políticas relacionadas con la tenencia de las tierras y las medidas fiscales son otras formas en las que los gobiernos pueden influir indirectamente sobre la agricultura.
Las políticas agropecuarias están estrechamente relacionadas con las políticas alimentarias (“que se centran en la disponibilidad y seguridad de la oferta alimentaria”) y, cada vez más, con aquellas políticas diseñadas para la conservación y mejora del ambiente. A mediados de los años 80 se empezaron a explorar nuevas formas de apoyar a los productores agropecuarios sin intervenir en el mercado de forma tan extensiva, cuando muchos países introdujeron los apoyos directos a los agricultores.
¿Cómo ha cambiado la política agropecuaria con el tiempo?
Mientras que en el siglo XIX la política agropecuaria solía limitarse a la imposición de aranceles y cuotas de importación, los gobiernos en el siglo XX empezaron a jugar un papel más importante en los mercados agropecuarios nacionales interviniendo en la compra, venta y almacenamiento de productos agropecuarios, además de limitando o fomentando la producción de ciertos productos sobre otros.
En los años 30, el gobierno de EE.UU. introdujo legislación que le otorgaba el control sobre la producción y comercialización de los cultivos principales (como son el trigo o el maíz) y sobre la importación de dichos productos desde el extranjero. Otros países desarrollados pronto comenzaron a hacer lo mismo. Se consideraba necesaria la intervención del mercado para solventar el problema de que los precios y la productividad en la agricultura eran relativamente bajos, lo que conllevaba ingresos bajos en las zonas rurales y llevaba al éxodo de la mano de obra agropecuaria.
No obstante, esto ha sido motivo de controversia a nivel internacional. Los países en desarrollo y los grandes exportadores, como Australia y Nueva Zelanda, se quejaron de que este tipo de políticas nacionales daban lugar a que los mercados mundiales fuesen inestables y poco rentables para los productos agropecuarios.
Además, aunque algunos países en desarrollo se beneficiaron de la importación barata de excedentes de trigo y maíz, esto fomentó el descuido de sus propias economías agropecuarias, centrándose en alimentar sus zonas urbanas lo que, a su vez, llevó a la sobrepoblación urbana y empeoró la distribución del ingreso.
¿Qué impacto han tenido las políticas agropecuarias?
Los analistas concuerdan en que, a pesar de que la política agropecuaria en los países desarrollados se ha dirigido principalmente a apoyar los ingresos agropecuarios, los resultados de dicha política han sido ambivalentes. Aunque el aumento en los precios agropecuarios tiene un efecto positivo sobre el ingreso de los agricultores, estos se benefician proporcionalmente a su nivel de producción.
Es decir, los grandes agricultores son los que más se han beneficiado. Esto también se cumple en el caso de los apoyos directos, que se adjudican desproporcionadamente a las explotaciones agropecuarias de mayor tamaño. Por tanto, “ni las políticas de apoyo a los precios ni las políticas de apoyos directos a los agricultores son efectivas para favorecer a los pequeños agricultores”.
Más aún, la evidencia muestra que los precios de la tierra aumentan tanto cuando se usa el apoyo a los precios como con el apoyo directo a los agricultores y, por tanto, los principales beneficiarios de estas políticas agropecuarias son aquellas personas a quienes pertenecen las tierras cuando se introducen estas políticas o cuando aumentan las ayudas. Por otra parte, los nuevos agricultores se benefician menos de dichos programas y pueden sufrir un descenso en el precio de las tierras cuando disminuyen las ayudas.
Otro impacto de estas políticas (aranceles de importación o apoyo al precio) es que tanto los consumidores como el sector de procesamiento de los alimentos pagan un mayor precio por los productos agropecuarios. Esto supone un impuesto al consumo escondido que afecta de forma más acuciante a las familias con ingresos más bajos ya que deben adjudicar una mayor proporción de su presupuesto doméstico a la alimentación. Por tanto, el apoyo a los productores nacionales puede entrar en conflicto con los programas para combatir la pobreza,
La política agropecuaria en el contexto internacional .
Las decisiones que se toman en relación a la política agropecuaria tienen un impacto significativo en el comercio internacional y pueden dar lugar a tensiones internacionales. Uno de los resultados de la Ronda de negociaciones de Uruguay sobre el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT, en sus siglas en inglés)1 fue que se estableció un marco de regulación para que las políticas agropecuarias tuvieran un menor impacto sobre los mercados mundiales, fomentando el uso de apoyos directos a los agricultores como método preferido para el apoyo continuado a la agricultura.
Otros asuntos relacionados con el impacto de la política agropecuaria también han suscitado problemas a nivel internacional. Por ejemplo, el fomento del uso de los cultivos agrícolas como fuente para el biocombustible. Aunque estos combustibles alternativos basados en la producción agrícola pudieran tener gran acogida en épocas en las que los precios eran bajos y la oferta adecuada, los precios a nivel mundial han ido en aumento desde 2003. Cuando la desnutrición y el hambre se hacen más patentes, surge el conflicto entre usar los productos agrícolas como combustible o como alimento.
Mirando hacia el futuro.
Hoy en día ya no se considera que el sector agropecuario sea pobre y, por tanto, se deben reconsiderar las razones para seguir ofreciendo ayudas a este sector cuando el objetivo es el ahorro presupuestario. A raíz de esto, los beneficiarios de los apoyos directos en la actualidad deben llevar a cabo acciones específicas.
Por ejemplo, dichas ayudas en la UE están ligadas a llevar a cabo ciertas prácticas medioambientales, mientras que en EE.UU. se deben implementar algunos instrumentos de gestión de riesgo, como puede ser tener un seguro sobre los cultivos.
La pregunta sigue siendo: ¿qué harán los países en desarrollo? ¿Seguirán a los países desarrollados en cuanto a proteger la producción agropecuaria nacional? Las limitaciones existentes en los presupuestos públicos hacen que sea poco probable que se vayan a implementar los apoyos directos a los agricultores en los países más pobres. Sin embargo, cuando los precios sean débiles, puede que aparezcan políticas nacionales de apoyo a los precios.
Fuente: GRIMONITOR y adaptado del capítulo “Farm policy” de Tim Josling, que se puede leer en su totalidad en el libro “Global Social Issues: An Encyclopedia. Volume 1”, editado por Christopher G. Bates y James Ciment.