Plan de erradicación del hambre de la CELAC un compromiso político regional con la seguridad alimentaria y nutricional.
REDACCIÓN NOTI-AMÉRICA (ECUADOR)
En enero de 2015 los 33 países de la región, agrupados en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), aprobaron el Plan para la Seguridad Alimentaria, la Nutrición y Erradicación del Hambre de la CELAC 2025, elaborado con el apoyo de FAO, CEPAL y ALADI.
Para avanzar hacia la erradicación del hambre, la pobreza y la pobreza extrema, y garantizar la seguridad alimentaria y nutricional, el Plan CELAC se basa en cuatro pilares, que buscan dar respuesta al objetivo de crear una América Latina y el Caribe libre de hambre mediante áreas de acción concretas que, al mismo tiempo, respetan la diversidad de proyectos políticos y sociales propios de cada uno de los países de América Latina y el Caribe.
Pilar 1: Estrategias coordinadas de seguridad alimentaria a través de políticas públicas nacionales y regionales con enfoque de género y perspectiva de derechos.
Pilar 2: Acceso oportuno y sostenible a alimentos inocuos, adecuados, suficientes y nutritivos para todas las personas.
Pilar 3: Bienestar nutricional y aseguramiento de nutrientes, respetando la diversidad de hábitos alimentarios.
Pilar 4: Producción estable y atención oportuna ante desastres de origen socionatural que puedan afectar la disponibilidad de alimentos.
Enfocados en contribuir la erradicación de la pobreza y pobreza extrema, garantizando la seguridad alimentaria y la nutrición, con enfoque de género y respetando la diversidad de hábitos alimentarios
La aprobación del este Plan consolida la lucha contra el hambre en la agenda regional como un asunto de importancia pública, lo cual ya se ha demostrado en otros foros y organismos multilaterales a nivel regional, así como a nivel nacional en los órganos competentes de cada país de la región.
El aporte de las mujeres rurales es fundamental en la producción agrícola, seguridad alimentaria y el desarrollo de sus comunidades. Se estima que si los rendimientos en las tierras cultivadas por las mujeres alcanzaran los de los hombres, aumentaría la producción agrícola en los países en desarrollo entre un 2,5% y un 4%.
Un incremento de la producción de esta envergadura podría acarrear una reducción del número de personas subnutridas en el mundo de entre 12% y 17% (FAO, 2011); (CEPAL, 2011). La I Declaración de Mujeres Rurales de Latinoamérica, conocida como Declaración de Brasilia, señala que a pesar de los avances logrados en las últimas décadas, las mujeres rurales en especial las mujeres indígenas, y las jóvenes viven en situación de desigualdad social y política. Esto se expresa fuertemente en la dimensión económica: sólo entre el 8% y el 30% de los títulos individuales sobre la tierra están a nombre de mujeres, reciben sólo el 10% del crédito, y persiste una brecha de entre 2 y 10 puntos porcentuales respecto a los hombres en términos de la asistencia técnica que reciben las mujeres.
Este hito político de enorme trascendencia no significa sólo la culminación de un proceso histórico que comenzó en 1990-92 y culminó en 2015 con las metas de los ODM y la CMA, sino que representa un nuevo punto de partida para avanzar el objetivo más importante de todos: la erradicación total del hambre, la pobreza y la malnutrición en todos los países América Latina y el Caribe.
La Declaración de Brasilia identificó las necesidades regionales y subregionales de las mujeres rurales, y busca consensuar entre los Estados Miembros de la FAO, y en el marco del Plan de Seguridad Alimentaria, Nutrición y Erradicación del hambre de la CELAC10, la promoción de estrategias eficaces para el empoderamiento y promoción de la autonomía de las mujeres rurales y el cumplimiento de sus derechos a través de la legislación, así como el desarrollo de medidas administrativas y presupuesto que garanticen su ejercicio pleno.
Por otra parte, los pueblos indígenas albergan en sus territorios la mayor diversidad y riqueza genética de recursos naturales, sin embargo, enfrentan condiciones de inseguridad alimentaria, por ejemplo, presentan mayores tasas de desnutrición en comparación con la población no indígena. Lo cual genera una serie de desafíos que la región debe enfrentar.
El más importante de ellos radica en la generación de información y políticas públicas para este sector de la población, considerando sus conocimientos, tradiciones y valores propios. Hay que esperar que la buena práctica política lleve a los gobiernos de turno a ser más transparentes y responsable con la administración de la cosa pública, por ello es necesario que esto ocurra y de manera especial los diferentes sectores se involucren en los procesos de desarrollo.
Fuente: FAO, Naciones Unidas.