Del rechazo al vandalismo: lo que logran las manzanas podridas
Tantas gotas han caído en el vaso que por fin está rebozando o -cambiando de metáfora- son tantas las “pocas” manzanas podridas que con sus abusos hacen quedar mal a la “prestigiosa” policía nacional, que el olor nauseabundo ha empezado a expandirse de manera incontrolable y está generando un descontento social que tiene en jaque a quienes esgrimen con orgullo el lema “Dios y patria”, pero que, irónicamente, se ensañan en contra de sus compatriotas, sin temerle ni un poco a ese Dios al que tanto nombran.
«La respuesta de los altos mandos, parece sacada de un libreto que inicia con la palabra “condenamos” (en ocasiones cambia a “repudiamos” o “lamentamos”), y que finaliza con la promesa de castigo a los culpables, pero que es simplemente una formalidad, porque todos sabemos que nada va a cambiar».
Resalto aquí la imposibilidad de generalizar con respecto al actuar de la totalidad de los miembros de la policía. Sería injusto censurar a ciento setenta mil uniformados por el proceder de algunos de ellos. Sin embargo, siendo sinceros, las cifras de “hechos aislados” en los cuales se ven inmiscuidos los agentes de la ley son demasiado grandes y la respuesta de los altos mandos, parece sacada de un libreto que inicia con la palabra “condenamos” (en ocasiones cambia a “repudiamos” o “lamentamos”), y que finaliza con la promesa de castigo a los culpables, pero que es simplemente una formalidad, porque todos sabemos que nada va a cambiar.
El deceso del abogado Javier Ordóñez a manos de los agentes del orden es solo la punta del iceberg: todavía está en nuestra retina el asesinato de Dilan Cruz, la golpiza al hombre de la tercera edad que vendía dulces en medio de la cuarentena -sin hablar de las de otros vendedores ambulantes-, además de su participación en hechos relacionados con accesos carnales violentos, robos y extorsiones. La idea de que la policía es una institución corrupta y que actúa con brutalidad es generalizada entre los ciudadanos, solo basta con preguntarle a un conductor lo que piensa al ver a los agentes de tránsito o a un estudiante de universidad pública cuando ve llegar al ESMAD. La sensación en estos casos está muy alejada de la de protección, es más bien de intimidación e injusticia.
«No es posible que la manera que encontraron algunos policías para responder a un acto tan deplorable como el que cometieron los propios miembros de su institución hacia el señor Ordóñez sea arremeter contra el pueblo dejando como saldo siete muertos».
Es necesaria una reforma estructural seria y honesta de la policía que empiece por la capacitación y preparación necesarias para manejar situaciones tan difíciles como la de anoche. No es posible que la manera que encontraron algunos policías para responder a un acto tan deplorable como el que cometieron los propios miembros de su institución hacia el señor Ordóñez sea arremeter contra el pueblo dejando como saldo siete muertos.
La ciudadanía está cansada y decepcionada, eso es claro y totalmente comprensible y la protesta, por mucho que se estigmatice, es un mecanismo válido para dar a conocer lo que no está funcionando. El problema de este tipo de movilizaciones es que siempre hay alguien que se aprovecha de la situación para vandalizar y con ello desvirtuar las razones que llevan a las personas a manifestarse; ese es otro de los motivos que hacen que los reclamos justos no prosperen. Por tanto, tenemos que ser inteligentes y unirnos para protestar fuerte y contundentemente (no con abrazos, pero tampoco acabando con todo), ya que hay mucho que arreglar y la desadaptación de unos cuantos no puede convertirse en la voz de todos.
Y no se trata aquí de lamentarse por las cuatro paredes de un CAI o de las latas de un Transmilenio, de ser así, dolería menos para los ciudadanos cancelar ese monto de nuestros bolsillos, que regalarle la plata a Avianca o a todos esos parásitos a los que les pagamos por pasear por el país en vez de trabajar. El problema es que con este tipo de actos nos vamos deshumanizando poco a poco y vamos dándole la razón a quienes califican a los protestantes como terroristas. La muerte o cualquier tipo de daño a un policía o, incluso, a uno de los perritos que buscan albergue en los CAI, es un límite que no podemos pasar, si le perdemos el respeto a eso, ya nada nos queda como sociedad.
«Ni todos los policías son asesinos, ni todos los que alzamos nuestra voz exigiendo un país mejor para nuestros hijos, somos vándalos».
Nada de lo que ha ocurrido en estos días tiene justificación y tanto unos como otros tenemos que tener presente que la vida y la integridad del otro son sagradas y que, ni todos los policías son asesinos, ni todos los que alzamos nuestra voz exigiendo un país mejor para nuestros hijos, somos vándalos.