Del coronavirus, la exaltación y otros demonios
En un mundo en el que todo es una competencia, es importante sobresalir sin importar el campo del que se esté hablando. De eso sí que sabemos los colombianos, que, en cuanto vencemos en un partido de fútbol, celebramos como si hubiéramos obtenido el campeonato; si le hacen un halago a la reina de belleza, pensamos que ganamos miss universo y si nos nominan para algún premio en la música o el cine, nos agrandamos como si ya nos lo hubieran otorgado.
¿Por qué habría de ser diferente con el manejo del coronavirus, siendo el tema de moda en el mundo?
«Le dio un espaldarazo al país en términos de efectividad en el control de la transmisión del virus y ahí sí que se nos ocurrió pensar que podíamos saltarnos las reglas y hasta organizar viernes de “gangazos”.»
Bastó con que en algún lugar de las redes hubiera aparecido la noticia de que Colombia era supuestamente el tercer país con mejor manejo de la pandemia en el mundo, para que empezáramos a dormirnos sobre los laureles. Para rematar, el subdirector de la Organización Panamericana de la Salud (que obviamente nunca ha transitado por una calle de un barrio popular en Colombia) le dio un espaldarazo al país en términos de efectividad en el control de la transmisión del virus y ahí sí que se nos ocurrió pensar que podíamos saltarnos las reglas y hasta organizar viernes de “gangazos”. El resultado: Colombia ocupa los primeros lugares a nivel mundial en cuanto a contagios y muertes por Covid-19.
El caso que mejor ejemplifica esta situación es el de Medellín. Luego de informes en los noticieros, artículos de prensa y exaltaciones por doquier a la cultura y el buen manejo del virus por parte de los antioqueños, hoy, tristemente, son ellos quienes mejor pueden rendir testimonio de lo que no se debe hacer ante una situación tan delicada: creer falsamente que la situación está controlada – o que no existe- y que ya no es necesario tener precaución. Como se dice coloquialmente: “les echaron flores y se las comieron”.
«El hecho de no ver un caso cercano nos hace pensar que, como diría un expresidente, “el tal virus, no existe”.»
Y no es culpa de los antioqueños, va en nuestra esencia como colombianos. El hecho de no ver un caso cercano nos hace pensar que, como diría un expresidente, “el tal virus, no existe”. Siguiendo con el caso de Medellín, no se trata de una negligencia por parte de la administración municipal, pues su alcalde, previendo la actual situación sanitaria, propuso la intervención de médicos cubanos y lo que recibió fue una lluvia de tomates de parte de sectores políticos que izan las banderas colombianas para hablar de la calidad de sus profesionales en salud, pero que no son capaces de mejorar su calidad de vida y que, en caso de colapso, no van a ayudar a solucionar el desastre.
Quizás es más efectiva la estrategia de la alcaldesa de Bogotá, quien decidió cambiar su discurso en torno al virus, y de paso frente a la capacidad del SITP y el Transmilenio, al punto de afirmar que el sitio de mayor contagio es la casa y no el transporte masivo. En el mismo sentido, estuvimos tres meses aterrorizados ante la posibilidad de llegar al 75% en ocupación de UCI, pero hace pocos días la burgomaestre bogotana nos dio un parte de tranquilidad frente a la posibilidad de colapsar. El anuncio lo dio justo al llegar al 90,8%… ¡Uff, qué alivio!
Es comprensible la necesidad que tienen los ciudadanos por salir a conseguir el sustento diario, lo que no es muy clara es la tendencia a exponerse sin protección, a hacer fiestas, marchas y participar de cuanto conglomerado de personas aparece por la calle. Como sociedad, nos falta mucha seriedad para manejar los asuntos esenciales de la vida. No todo es solo aquí y ahora, la idea es que tengamos un futuro por vivir.