Latinoamérica y Caribe en la economía naranja
Dr. Ronny González, Ph.D.
Noviembre 4, 2019
Las industrias creativas y culturales, lo que se conoce como economía naranja, es el conjunto de actividades que de manera encadenada, permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios, cuyo valor puede estar basado en la propiedad intelectual.
Arquitectura, artes visuales y escénicas, artesanías, cine, diseño, editorial, investigación y desarrollo, juegos y juguetes, moda, música, publicidad, software, TV y radio, turismo, patrimonio cultural y videojuegos son algunos de los sectores que forman parte de esta economía, según algunos autores.
La economía naranja, es comúnmente conocida como ‘creativa’ en la región debido a que este color está asociado a la juventud y la alegría. Se trata de una práctica cada vez más extendida en los procesos de producción en América Latina. La principal diferencia en este modelo viene dada en las emociones que se generan en el consumidor al innovar junto con el progreso científico y tecnológico añadido.
La economía naranja tiene el talento y la creatividad como insumo principal y es capaz de generar empleo, riqueza y tener un impacto en la calidad de vida.
El comercio de bienes y servicios creativos tuvo una muy buena década: entre 2002 y 2011 las exportaciones crecieron 134%. Las exportaciones de ambos alcanzaron en 2011 los 646 mil millones de dólares; pero los servicios crecieron un 70% más rápido que los bienes ya que, cada vez más, estas transacciones se hacen por Internet.
El comercio creativo es menos volátil que el de los commodities o materias primas. Prueba de ello es que soportó mejor la crisis financiera global que sectores como el petrolero. Mientras que las ventas de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) registraron una caída del 40% en 2009, las exportaciones de bienes y servicios creativos apenas se contrajeron un 12%.
Medida en billones de dólares, si la economía naranja fuera un país, sería la cuarta economía mundial detrás de Estados Unidos, China y Japón; el noveno mayor exportador; y la cuarta fuerza laboral con 144 millones de trabajadores.
En América Latina, este tipo de producción continúa en auge. Actualmente, los países que han crecido a un mayor nivel de la región tienen una contribución mayor que la media en las industrias que se reconocen como economía creativa.
Se estima que la aportación al PIB de esta industria es de aproximadamente un 2,2% en la región. Además, la contribución de la economía creativa al empleo en la región es del 5,3%, habiendo países que incluso alcanzan el 7%.
Para que prosiga su crecimiento, es necesario establecer y alimentar un ecosistema creativo. Esto quiere decir, en parte, que es necesario que actores tanto públicos como privados puedan estar conectados en este ámbito.
Además, también tendrán que incidir los diferentes actores en comprender la diversidad, la interdependencia y la colaboración entre todos ellos para que esta economía naranja pueda seguir desarrollándose.
Los jóvenes innovadores de Latinoamérica y Caribe desarrollan nuevas tecnologías en favor de la sociedad, ejemplo de ello se han desarrollado robots que gestionan inventarios de forma autónoma, una app social de vigilancia ciudadana y una herramienta que predice brotes de enfermedades infecciosas se encuentran entre los proyectos ganadores.
La importancia del desarrollo de tecnologías de la información y comunicación (TIC´s) en Latinoamérica y Caribe responde a un fuerte potencial para transformar las sociedades y las economías. Este tipo de tecnologías reducen los costos de información y de transacciones, crean nuevos modelos de colaboración e innovan mejorando el acceso a servicios básicos.
El acceso a internet y a otras tecnologías está cobrando cada vez más importancia realizando una comparación con la óptica de Maslow y su pirámide. El economista definió su teoría de la motivación mediante una lista de las necesidades básicas de los seres humanos siguiendo una estructura piramidal, donde en la base se sitúan las necesidades más importantes.
Actualmente, el acceso a internet se sitúa prácticamente en la cúspide de la pirámide junto a necesidades como viajar o tener un coche propio, de cara a las próximas décadas, se convertirá en una necesidad situada más cerca de la base de la pirámide.