Los triunfos de Egan Bernal son herencia de Ramón Hoyos Vallejo
Por Guillermo Romero Salamanca
En la calle Carabobo, Número 54-31 de Medellín se levanta el edificio que le hace un sincero homenaje al pionero del ciclismo en Colombia: don Ramón Hoyos Vallejo. Unas enormes RH engalanan el lugar.
Ahora cuando los colombianos madrugan para instalarse frente a los televisores, en mullidas sillas, degustando una bebida caliente y unos pasabocas, mientras gritan: «Egan, Egan, Egan» y se emocionan como cuando también triunfaron Nairo Quintana, Rigoberto Urán, El Supermán López, Lucho Herrera, Fabio Parra, Martín Emilio Cochise y más de mil hombres que han dejado marcadas las huellas de sus bicicletas impregnadas de sudor y muchas veces de lágrimas en las carreteras colombianas y europeas, deben saber que existió un hombre, de Marinilla, Antioquia y que este 26 de mayo cumpliría 89 años de edad.
Nació en 1932 y desde muy joven montó en una pesada bicicleta, de las que llamaban «turismeras», pero con la fuerza de sus piernas derrotaba las empinadas montañas antioqueñas, surcando los caminos hacia el éxito.
Compitió con grandes como Efraín «El Zipa» Forero y Roberto «El pajarito» Buitrago.
Ese hombre, sin ayudas tecnológicas, sin uniformes especiales, con una bicicleta de muchos kilos, con unas vías embarradas, compitió en la década de los cincuenta y principio de los sesenta y fue el ganador de 5 ediciones de la Vuelta a Colombia.
Su primer triunfo se produjo en una doble a Rionegro en 1951 y en las vueltas a Colombia su primera victoria de etapa la consiguió en el tramo Cali – Sevilla en 1952.
A él se le debe el apelativo de «escarabajos» porque así lo bautizaron, por sus grandes cualidades para el ascenso.
Ganó su primera vuelta a Colombia en 1953 cuando estaba próximo a cumplir 21 años, en esta ocasión no solo fue el mejor en la clasificación general; sino que se impuso en 8 de las 15 etapas disputadas: repitió sus triunfos en esta prueba en 1954, 1955, 1956 y 1958; pero fue en 1955 cuando implantó un registro histórico: ganó la carrera y se llevó 12 de las 18 etapas cumplidas verdadero símbolo de la vuelta a Colombia.
En 1953 corrió en la Route de Francia. Ganó el título panamericano de rutas en México en 1955 individual y por equipos, ese mismo año triunfó en la vuelta a Puerto Rico. En las pruebas de ruta de los Juegos Olímpicos de Melbourne Australia en 1956 y Roma 1960 donde clasificó en los puestos Noveno y Trigésimo octavo respectivamente. En 1959, un año después de ganar su quinta vuelta a Colombia, cansado de recibir trofeos y muy poco dinero por sus esfuerzos estuvo a punto de retirarse del ciclismo, pero lo convencieron de renunciar a esta idea y corrió una nueva versión de esta competencia con tan solo 2 semanas de preparación.
En 1955 su gloria ciclística mereció la atención del escritor Gabriel García Márquez, quien siendo reportero de El Espectador escribió 14 capítulos sobre su vida deportiva. Ramon Hoyos se convirtió en una leyenda del ciclismo colombiano.
En una entrevista comentó: «antes se corría por puro amor a la camiseta». Su retiro del ciclismo se produjo en 1964, después de que la Asociación de Ciclismo Colombiana no lo incluyera en la nómina nacional que competiría ese año en los juegos Olímpicos de Tokio. Para Hoyos eso fue una injusticia, pues había ganado su casilla para competir en este certamen.
Fueron también los años dorados de la radio. Las vueltas a Colombia incrementaron el poder técnico de ese medio de comunicación. Por miles de maromas y cables hicieron posible que se transmitieran épica etapas. A veces, por las dificultades de los terrenos, los narradores y comentaristas se «inventaban» la carrera, pero en las casas, talleres, cafeterías, fábricas y en los buses los colombianos seguían cada pedalazo. Eso sí era sintonía.
Dos extranjeros: Carlos Arturo Rueda C y Julio Arrastía encontraron filones limpios, para formar unas carreras por el ciclismo.
Ellos dieron las primeras clases. Don Julio con su técnica y don Carlos Arturo con su poesía. Con sus narraciones le puso sobrenombres a todos los municipios y pueblos por los que pasó y hacía que la gente dejara sus labores en el campo, en las fábricas o en los colegios para salir al paso de los ciclistas.
Los primeros fanáticos del ciclismo cargaban transistores para no perder un segundo de cada etapa y cuando sus ídolos cruzaban las metas, lloraban de emoción.
Luego de sus competencias, un día don Ramón intuyó que debía masificar el deporte y montó una fábrica de bicicletas. Miles de niños han aprendido a pedalear con sus máquinas, millares han soñado con los triunfos en las carreteras. Unos más han encontrado una forma de trabajo. Su idea ha sido una bendición para cientos de personas.
Como dicen en Medellín: «¡don Ramón, eh Avemaría, qué personaje!»
Don Ramón Hoyos se casó con doña María Cecilia Hurtado, tuvo cinco hijos, tres nietas.
El pintor y escultor Fernando Botero le dedicó una de sus obras que bautizó como «Apoteosis de Ramón Hoyos», en un cuadro de 1.72 metros de alto por 3.14 de ancho. Está colgado en Dinamarca.
El 19 de noviembre del 2014, el corazón de don Ramón, después de amar con intensidad a Colombia, querer apasionadamente a su Antioquia del alma, sentir la pasión del ciclismo y entregarse a su familia por completo, se detuvo, pero siguió latiendo en las entrañas de la gente buena y noble de su patria.
Cuando Egan cruza la meta, ahí está también presente don Ramón Hoyos Vallejo, porque imprimió carácter y berraquera para hacer las cosas bien, sin hacerle mal a nadie, con trabajo y con sudor. Dios lo guarde por toda la eternidad.