Sálvese quien pueda
Creo que ya me he vuelto monotemática refiriéndome siempre al gobierno, la falta de vergüenza y la corrupción. De verdad, trato de abandonar el asunto, pero solo basta con informarse de cualquier situación que ocurra en mi sufrida Colombia, para que de nuevo piense en que una tierra tan maravillosa no tendría por qué estar en tan malas manos y los colombianos, por apáticos y folclóricos que seamos, no merecemos tanto dolor. Estamos pagando un valor excesivamente alto por nuestras malas decisiones y no puedo evitar sentir que no es justo.
«Lo que ha ocurrido en estos dos años es un desastre monumental dada la inexperiencia del primer mandatario, la cual se ve agravada porque él mismo no es consciente de sus falencias y cree falsamente que está haciendo las cosas bien»
Esta etapa de la pandemia que los filósofos de redes sociales sabiamente han bautizado como “sálvese quien pueda” nos ha demostrado, además de lo poco pensantes que somos al momento de proteger nuestras vidas, lo costoso que nos ha salido el no tener una cultura política que nos lleve a discernir los pros y los contras de llevar a alguien al poder. Lo que ha ocurrido en estos dos años es un desastre monumental dada la inexperiencia del primer mandatario, la cual se ve agravada porque él mismo no es consciente de sus falencias y cree falsamente que está haciendo las cosas bien, o mejor, que quienes toman las decisiones por él lo están haciendo de la mejor manera y no… está muy lejos de ser así.
El regreso de las masacres y esa sensación de peligro que empieza a sentirse de nuevo en el ambiente es un indicador claro de retroceso. Aunque se trate de tapar el sol con un dedo, la barbarie de principios de siglo se volvió latente de nuevo, ante la actitud blanda y cómplice de un estado al que se le viene suplicando ayuda y protección desde antes de empezar la cuarentena, y que, como raro, no demuestra interés ni intención de hacer nada.
«Lo peor es que cuando todo esto pase, lo más seguro es que el presidente – presentador salga a hablar en su show de la necesidad de una reforma tributaria porque el dinero no alcanza por culpa del coronavirus.»
En cuanto a lo económico, la situación también es desconsoladora: uno no se explica cómo el gobierno nacional, en vez de tratar de salvar las pequeñas y medianas empresas que están llegando a la banca rota ante el desastre generado por la cuarentena y echar a andar planes de subsidio al desempleo y asistencia social a quienes más lo necesitan, prefiere invertir, ni más ni menos, que trescientos setenta millones de dólares provenientes de los recursos públicos en salvar una empresa como Avianca que ni siquiera es colombiana y que ya estaba quebrada desde antes de la cuarentena. Lo peor es que cuando todo esto pase, lo más seguro es que el presidente – presentador salga a hablar en su show de la necesidad de una reforma tributaria porque el dinero no alcanza por culpa del coronavirus.
Ahora, si se tratara únicamente del actuar del inquilino de la casa de Nariño, el asunto tendría solución, pero cada vez más estamos en manos de personajes sin el más mínimo asomo de ética y que se tapan con la misma cobija: compran elecciones, redactan erróneamente -y a propósito- documentos para que los procesos no se den, deciden quién los juzga, cuánto devengan, se roban los recursos, aprueban lo que juraron en campaña no admitir, acaban con el medio ambiente y un largo etcétera que lo único que demuestra es su poca empatía con el pueblo que, lastimosamente, depende de ellos y sus decisiones.
«Tenemos que salvarnos como podamos no solo del coronavirus sino de esta situación de desesperanza que volvimos a vivir.»
¿Cuánto más aguantaremos? ¿Qué tiene que ocurrir para que todo esto pase? Tiene que haber una solución para que volvamos a ver la luz. Tenemos que salvarnos como podamos no solo del coronavirus sino de esta situación de desesperanza que volvimos a vivir. No podemos permitirnos retroceder aún más, se lo debemos a nuestros hijos.