Del argumento a la pataleta: los contradictores y los seguidores de Uribe
Cada vez que ocurre un hecho de relevancia política para el país las redes sociales estallan con un sinnúmero de memes, artículos, reflexiones y argumentos que plantean posiciones que en ocasiones son graciosas, otras fanáticas, otras desubicadas –estas por lo general coinciden con las fanáticas- y algunas, más bien escasas, con análisis profundos de la situación. La medida de aseguramiento dictada el pasado 5 de agosto en contra del senador Álvaro Uribe no podía ser la excepción; desde su anuncio, los colombianos han expresado su posición al respecto tanto a favor, como en contra, de maneras que van desde lo más cómico hasta lo más trascendente.
Entre lo que he leído, me llamó la atención un texto escrito por un hombre llamado Camilo Zapata Fonnegra, en el que se refiere a la posición que adoptaría en caso de ser “uribista”, invitando a los adeptos de esta corriente política a documentarse sobre el caso antes de defender una postura y a analizar las incongruencias que se plantean al interior de esta colectividad, mencionando el costo en vidas que tuvieron que pagar los campesinos colombianos por alcanzar la “seguridad democrática” -que tanto aplauden los seguidores del exmandatario- y los escándalos de corrupción que son el pan de cada día al interior de las filas de su partido y que lo involucran indirectamente.
«No cambiar su manera de pensar con respecto a las FARC, pero sí comprender el clamor de justicia de las víctimas resultantes de las acciones y alianzas relacionadas con el expresidente, apelando a la igualdad en términos de justicia que estas merecen.»
De la misma forma, el señor Zapata se dirige a los seguidores del senador sugiriéndoles no cambiar su manera de pensar con respecto a las FARC, pero sí comprender el clamor de justicia de las víctimas resultantes de las acciones y alianzas relacionadas con el expresidente, apelando a la igualdad en términos de justicia que estas merecen. De la misma forma, pide igualdad al juzgar las acciones cometidas tanto por Uribe como por cualquier otro político, si estas atentan contra la ley.
En contraste con lo anterior, aparecen las voces de los “uribistas” (pocas, a decir verdad, para ser quienes eligieron al presidente), defendiendo de manera airada a su líder y casi Dios y valiéndose de argumentos que llevan a pensar que no conocen el contexto de la situación, pues involucran a las FARC en el tema, cuando se ha repetido hasta el cansancio que el conflicto se dio porque el señor Uribe demandó al senador Iván Cepeda por supuesto soborno y en medio de la investigación, se encontró que el que acostumbraba a llevar a cabo este tipo de conductas era él. Es ya una costumbre que el escudo para los “desaciertos” de los “uribistas” sea el pasado de las FARC. Tal vez estaban todos metidos en una cápsula cuando se firmó el proceso de paz y por eso no se dieron cuenta de los acuerdos a los que se llegaron.
Ahora, si lo que quieren es poner a su líder en igualdad de condiciones frente a los líderes exguerrilleros (que es la menos incongruente de sus propuestas), deberían sugerirle que se someta a la JEP y de paso aclarar un montón de situaciones dolorosas en las cuales se ha visto involucrado.
Volviendo a lo de la desinformación, aunque ya es habitual, no es lo más preocupante de la conducta de los que se hacen llamar “colombianos de bien”: su obstinación por defender lo indefendible y la intransigencia ante las ideas que les son contradictorias pueden traer graves consecuencias para la convivencia en el país; una campaña como la de “despide un mamerto” es la muestra más clara de ello.
«A grito herido meterle la mano a algo tan sagrado como nuestra constitución, con la complacencia de un presidente que lleva medio mandato en etapa de aprendizaje y que toma partido de decisiones propias de otras ramas del poder público aún a sabiendas de que no puede hacerlo.»
De la misma forma, el hecho -nada nuevo, por cierto- de acabar una discusión pidiendo una pistola le da la razón a quienes acusan a los “uribistas” de delincuentes y simpatizantes del paramilitarismo. Lo anterior cobra aún más importancia si tenemos en cuenta que esos mismos que arman pataleta revólver en mano cuando el “torcido” no les sale como lo tenían planeado, son los que piden a grito herido meterle la mano a algo tan sagrado como nuestra constitución, con la complacencia de un presidente que lleva medio mandato en etapa de aprendizaje y que toma partido de decisiones propias de otras ramas del poder público aún a sabiendas de que no puede hacerlo.
La justicia, que tanto nos ha sido esquiva, tiene que hacerse presente por fin en un país que clama por ella con tanta urgencia. Esperemos que las altas cortes se porten a la altura de las circunstancias y que le dicten, a quienes estén bajo su lupa, una sentencia acorde con sus actuaciones.