Marta Lucía y los pobres
Opinión: Flor María Torres Estepa. Lic. Español – Inglés Universidad Pedagógica Nacional
No sé cuántas veces he compartido la imagen de Marta Lucía Ramírez en Venezuela convertida en meme, siempre con diferente texto, dependiendo del raciocinio que la vicepresidenta haya elaborado en el momento y haya tenido a bien verbalizar de manera más bien desafortunada, causando una sensación algo difícil de describir, porque es una mezcla entre risa, indignación, desconcierto, vergüenza ajena e incredulidad.
Ahí de pie, más bien encorvada, como dándole instrucción a sus empleados, en medio de personas humildes, cuya situación fue a exponer de la manera más obscena. Con las manos en la espalda porque no había nada que pudiera ni le correspondiera hacer por ellos; simplemente por ir a demostrar el argumento más ridículo y curiosamente convincente (en realidad era el único) de ese “maravilloso” programa de gobierno del que estamos “disfrutando”: el de que, de votar por la campaña contendora, nos íbamos a convertir en Venezuela… ¡¿Qué tal la estafa?!
«¿a cuento de qué tenía que irse hasta Venezuela si aquí los pobres abundan? Solo por poner un ejemplo, ¿Por qué no fue al tristemente célebre por estos días Pueblo Viejo en Magdalena?, ¿tal vez porque desde su habitación en el Club el Nogal no se alcanzaba a ver?»
A veces pienso que la vice no entiende mucho de pobreza pues, ¿a cuento de qué tenía que irse hasta Venezuela si aquí los pobres abundan? Solo por poner un ejemplo, ¿Por qué no fue al tristemente célebre por estos días Pueblo Viejo en Magdalena?, ¿tal vez porque desde su habitación en el Club el Nogal no se alcanzaba a ver?
La falta de ubicación de Marta Lucía en estos temas se explica porque cuando uno devenga 26 millones de pesos mensuales y curiosamente declara $0 de renta, no entiende que a la gente le toque suplir sus necesidades básicas con un salario mínimo y que en tiempos de cuarentena no pueda contar ni siquiera con ese ingreso porque se quedó sin trabajo y no tiene más remedio que esperar las supuestas ayudas del gobierno. Tal vez por eso, lo único que atina en medio de su desorientación y altivez es llamarlos “atenidos”.
«El problema radica en que la vicepresidenta se ha convertido en un personaje poco apreciado por los colombianos quienes no le perdonan su falta de sensibilidad»
Lo último que se le ocurrió a la vice, en un intento por congraciarse con esa extraña y enigmática especie conocida como “los pobres”, fue afirmar que su situación económica durante la emergencia sanitaria se ve agravada porque estos no tienen ahorros; declaración que, a mi juicio, es la menos alejada de la realidad entre todas las que a diario considera pertinentes de compartir. El problema radica en que la vicepresidenta se ha convertido en un personaje poco apreciado por los colombianos quienes no le perdonan su falta de sensibilidad y su irrespeto por las condiciones de vida de aquellos de quienes se valió para ganar votos y que ahora insulta con sus calificativos despectivos.
Cada comentario poco acertado de “la atenida”, como últimamente se le conoce, genera la indignación de un pueblo hastiado de tanto desprecio por quienes se ganan la vida trabajando dura y honradamente y, sobre todo tanto descaro, provenientes de alguien a quien se le han detectado nexos con la corrupción y el narcotráfico -lo cual en un país con algo más de dignidad ya le habría valido para ser destituida de su cargo- pero que sigue campante porque finalmente su situación es una más entre la del nido de corruptos que forman parte del gobierno que tenemos.
Mejor papel hacía Martica como modelo de champú en los años ochenta, por lo menos en ese entonces la superficialidad se le disculpaba. Hoy es el símbolo de muchos de los males que nos aquejan y que nos hemos ganado a pulso por no pensar bien antes de depositar nuestro voto en las urnas.