Bad Bunny y la cultura e identidad latinoamericanas
Opinión: Flor María Torres Estepa. Lic. Español – Inglés Universidad Pedagógica Nacional
El arte es el reflejo de la cultura de un pueblo; es una manifestación de la profundidad de su pensamiento, de sus posiciones frente al mundo, de su conocimiento y su sentir. Es por eso que cuando se galardona una obra de arte, se está evidenciando de cierta forma la manera como funciona la mente de aquellos que la consideran como tal y se advierten rasgos culturales que reflejan su estilo de vida, su nivel educativo y su manera de proceder.
«formar generaciones con algo más de riqueza intelectual que la presente, para que sus manifestaciones culturales vuelvan a generar orgullo en vez de repulsión.»
Es por eso que el premio como mejor compositor latinoamericano otorgado por la Sociedad Americana de Compositores al cantante puertorriqueño Benito Martínez, más conocido como “Bad bunny”, deja mucho que pensar en cuanto al progreso de nuestra cultura en términos de pensamiento y nos plantea un desafío como sociedad: el de formar generaciones con algo más de riqueza intelectual que la presente, para que sus manifestaciones culturales vuelvan a generar orgullo en vez de repulsión.
Sin embargo, para lograrlo tenemos que establecer el cómo pasamos de “tú eres la tristeza de mis ojos que lloran en silencio por tu amor” a “si antes era un hi!#”&p%ta, ahora soy peor” o por qué dejamos de apreciar un “te prefiero fuera de foco, inalcanzable” para llegar a “ Tú tiene un c$lo cabrón”. Este es un análisis urgente que debe involucrar no sólo a los sociólogos, sino que compete a psicólogos, docentes, comunicadores, artistas, padres de familia, mejor dicho, a la comunidad en general.
Hay quienes se escudan en lo “pegajoso” de los acordes del ritmo, pero esto no es una característica nueva de la música latina o ¿A quién no se le mueven los pies al escuchar los acordes de la música de Celina y Reutilio, Wilfrido Vargas o Héctor Lavoe, sin necesidad de torturarse con letras que, aparte de vacías llegan a ser ofensivas y rayan en lo vulgar?
Ahora, si de erotismo se trata, ¿no es mejor deleitar la imaginación con “Cuando te beso”, de Juan Luis Guerra; “Luz de día”, de Enanitos Verdes o “Zoom” de Soda Stereo, que apostarle a lo explícito y banal de un trap?
No se trata aquí de estigmatizar un género, sino de darle la vuelta a una realidad musical que se ha cimentado sobre la base de la obscenidad y el irrespeto por sus seguidores de los cuales, en muchos casos, ni siquiera ellos mismos son conscientes. El ritmo en sí mismo no tendría por qué dar de qué hablar -aunque su complejidad tampoco es que sea asombrosa-, pero, en lo que tiene que ver con la composición de los temas, lo ideal sería que el público tuviera un poco más de criterio para exigirle algo de mayor calidad a los artistas, quienes, finalmente, responden a su demanda.
Por otro lado, los organizadores de un evento que pretende premiar lo mejor de determinado arte en alguna región del mundo cargan sobre sus hombros la responsabilidad de analizar de manera concienzuda las manifestaciones que de dicho arte se produzcan a lo largo de ese territorio, basándose en criterios relacionados con su calidad expresiva, su mensaje y complejidad, no con la cantidad de reproducciones que tengan en cierta plataforma. De otra forma, se cae en el facilismo y se termina por irrespetar, no solo a los demás compositores, sino a la imagen de todo un pueblo que, en este caso, es tan diverso y rico en expresiones musicales como es el latinoamericano.
«tenemos que ofrecerles a nuestros hijos manifestaciones culturales que generen retos más grandes a su intelecto, para que puedan ejercer su identidad con mucho más orgullo.»
Finalizo con una frase de uno de los escritores insigne de la cultura latinoamericana, Julio Cortázar: “La cultura es el ejercicio profundo de la identidad”; tenemos que ofrecerles a nuestros hijos manifestaciones culturales que generen retos más grandes a su intelecto, para que puedan ejercer su identidad con mucho más orgullo.