La tragedia de Tasajera: entre la necesidad, la deshonestidad y la corrupción
Opinión: Flor María Torres Estepa. Lic. Español – Inglés Universidad Pedagógica Nacional
La imagen de un grupo de personas ataviadas con galones, tratando de robar el combustible de un camión cisterna que lo transportaba y que se volcó a un lado del camino en el sector de Tasajera (Pueblo Viejo – Magdalena), en la vía que de Santa Marta conduce a Barranquilla, pasó -en cuestión de segundos- de producir indignación a desolación, en el momento en que este explotara dejando varios cuerpos calcinados al instante y algunas decenas más de heridos, varios de los cuales también han tenido un desenlace fatal.
El sentimiento general de desolación es apenas lógico teniendo en cuenta la magnitud y lo macabro de lo sucedido: nadie merece finalizar su vida en medio de unas circunstancias tan terribles; es difícil imaginar los instantes de pánico que se vivieron en el momento de la explosión y menos aún cuantificar el dolor de las familias de las víctimas.
«En cuanto a la indignación las opiniones están divididas entre los que se ensañan contra el estado por su abandono y los que acusan a las víctimas por su falta de honestidad al hurtar el combustible»
En cuanto a la indignación las opiniones están divididas entre los que se ensañan contra el estado por su abandono y los que acusan a las víctimas por su falta de honestidad al hurtar el combustible. A mi juicio, la responsabilidad es compartida y los extremos a los que ha llegado cada una de las partes involucradas se explica en la actuación de la otra.
Siempre me ha “chocado” un poco la excusa del robo por necesidad porque la relaciono con el “todo vale” que, en mi concepto, hace que una sociedad se estanque en el atraso, además de reforzar la idea de que el pobre no tiene más remedio que ser ladrón lo cual es una falacia bastante ofensiva. La mayoría de las veces hay otras opciones que la gente no toma porque requieren de un mayor esfuerzo que las personas no siempre están dispuestas a realizar.
Muchos alegarán que por culpa del coronavirus la gente no ha podido salir a trabajar, por lo que está muriendo de hambre y puede que tengan razón, pero la situación de pobreza en esta población no inició hace tres meses; es una sociedad que se acostumbró a vivir en medio de la basura, sin servicios básicos y en algunos casos, según sus propios habitantes, esperando algún siniestro en la vía para sacarle provecho a la desgracia de los conductores.
Por otro lado, está la responsabilidad del estado, al que debería darle vergüenza tener un pueblo viviendo bajo unas condiciones tan deplorables. Así como a los alcaldes de las grandes ciudades se les exigen ciertas obras en pro del beneficio de la comunidad, a las gobernaciones debería medírseles por el progreso del más pobre de sus municipios; no es posible que el gobernador del Magdalena no haya notado la situación de Pueblo Viejo y que el alcalde simplemente se excuse en la miseria de los pobladores como explicación para su actuación sin hacer que sus condiciones de vida mejoren alguna forma.
La pobreza es una realidad, la corrupción y la politiquería también lo son. Mientras los colombianos no comprendamos que para debilitar el cinturón de miseria que aqueja a gran parte de nuestra población es necesario actuar de manera honesta en todos los ámbitos (respetando las pertenencias de los demás, trabajando duro para conseguir las cosas o votando en búsqueda del bienestar de la comunidad), situaciones como la de Tasajera se repetirán una y otra vez y no pasarán de ser una estadística. Resulta absurdo decirlo, pero la honestidad tiene que formar parte de nuestra cultura.
«Es decir, seguimos revolcándonos en nuestra miseria y lo seguiremos haciendo por quién sabe cuánto tiempo más»
Por cierto, el mismo día del accidente, otro camión con cerveza se volcó en Barranquilla y de nuevo fue saqueado sin que se les prestara ayuda a sus ocupantes. Es decir, seguimos revolcándonos en nuestra miseria y lo seguiremos haciendo por quién sabe cuánto tiempo más; recuérdenlo al ver los resultados de las elecciones.