Los medios de comunicación: mucho ruido y pocas nueces
Opinión: Flor María Torres Estepa. Lic. Español – Inglés Universidad Pedagógica Nacional
La vida cotidiana en un mundo como el actual se desarrolla en medio de un continuo bombardeo de información, ventaja con la que no contaron nuestros abuelos, quienes con suerte atesoraban un radio o, como máximo, un televisor a blanco y negro en los que se podían sintonizar unas cuantas emisoras o cadenas que convergían casi en los mismos contenidos, por lo que las versiones de los hechos e incluso las opiniones frente a los mismos eran casi que compartidas por los habitantes de una misma región.
Hoy en día el asunto es diferente: con gran facilidad podemos acceder a 240 canales de televisión, de los cuales hay como 30 de noticias y cultura general de todo el mundo; el internet nos abre la ventana a una cantidad de contenido inimaginable y la radio nos puede acompañar todo el día en nuestras labores sin necesidad de que las dejemos de lado para prestarle atención.
«nos vemos obligados a escoger con pinzas lo que sirve, limpiarle un poco de suciedad y comérnoslo así para ir formando poco a poco un criterio medianamente sólido»
Se presumiría entonces que los ciudadanos del mundo contemporáneo deberíamos ser los mejor informados, los más suspicaces, los más críticos. Sin embargo, al observar detenidamente la calidad de esta tormenta de contenidos, nos vemos obligados a escoger con pinzas lo que sirve, limpiarle un poco de suciedad y comérnoslo así para ir formando poco a poco un criterio medianamente sólido al que podamos aferrarnos.
No se trata aquí de que tengamos que escoger entre dos o más posturas serias, llenas de argumentos frente a un tema. El tema es que hay que fijarse en los intereses oscuros que pueda tener quien informa, la solidez de las fuentes en las que se basa, la seriedad del canal a través del cual se transmite y un sinfín de elementos de los cuales no somos plenamente conscientes, a menos que seamos expertos en la materia que se está tratando, lo cual es poco frecuente.
Además, seamos francos: la persona promedio, en especial el colombiano, no se interesa por este tipo de aspectos, sino que cree en lo que le dan “masticado” sin que tenga que pensar. Es por esto que arriesga su vida ante la posibilidad de acceder a una oferta inexistente; envía cadenas de whatsapp para arreglar su situación; busca pelos en la biblia y les cree a esos charlatanes que con el mayor de los sesgos políticos le anuncian las “noticias del pueblo”, mientras con su falta de delicadeza al hablar le dicen que es un ramplón y un ignorante. Por cierto, si usted quiere sentir cómo involuciona su cerebro, escuche cualquier programa en una emisora de la mañana, escoja al azar.
Y mientras tanto, la vida va pasando y vamos quedando como sociedad en manos de aquellos que acomodan la información a conveniencia y entramos en el juego de quienes, apoyados por estos, se hacen elegir sin tener la ética o la preparación suficiente para ocupar los cargos a los que aspiran. El resultado de todo esto es una ciudadanía inconforme con sus propias decisiones, que continúa cometiendo los mismos errores porque le da pereza leer e investigar y que sigue como borrego al que le señalan los medios de comunicación.
De cuando en vez, los medios encuentran la manera de menospreciar ciertas noticias y privilegiar una sola. De ahí que la palabra “coronavirus” ya nos esté rayando la cabeza (aunque nada que aprendamos a cuidarnos) y sigamos sin exigir soluciones a los problemas que nos aquejan con mayor urgencia: hay regiones en las que los niños siguen muriendo de hambre, a los líderes sociales los siguen asesinando, los corruptos están haciendo su agosto a costa de la pandemia y nadie, ni siquiera los que propusieron la ley de cadena perpetua para violadores de niños, saben si su aprobación fue algo positivo o no.
«Los medios de comunicación tienen el poder de influir en las decisiones de las personas. Por ello, es necesario que su ética y credibilidad sean ejemplares»
Los medios de comunicación tienen el poder de influir en las decisiones de las personas. Por ello, es necesario que su ética y credibilidad sean ejemplares y que nosotros, como ciudadanos, seamos sus mayores críticos; que aprendamos a escudriñar más allá de lo evidente y que no les sirvamos de marioneta a aquellos que se enriquecen de la manera más corrupta y descarada a costa de nuestra ingenuidad y falta de criterio.