Urge atención hacia el sector primario
Opinión: Flor María Torres Estepa. Lic. Español – Inglés Universidad Pedagógica Nacional
Tengo una conexión especial con el campo, aunque debo confesar que soy bastante citadina y que, para todas las labores que allí se llevan a cabo, es más bien poco lo que conozco. Eso me avergüenza de cierta forma, en primer lugar, porque -como la mayoría de los colombianos- desciendo de campesinos, en segundo, porque me desempeño como maestra rural y, aunque les enseñe a mis niños dónde queda ubicada geográficamente su región, ellos y sus familias me enseñan literalmente dónde estoy parada, me recuerdan día a día cuales son mis raíces y me demuestran su importancia para la ciudad y para el mundo.
Cuando se acercan a tratar cualquier tema relacionado con los niños observo sus manos cuarteadas por el trabajo y sus experiencias cotidianas e historias de vida me llevan a pensar en lo desagradecidos que somos como sociedad con este sector de la población que, como hemos podido darnos cuenta en estos meses de confinamiento, es esencial para nuestra supervivencia.
«Sin el campo, no hay ciudad, suelo decirles a mis estudiantes, se lo inculco a mis hijas y se lo digo a todo aquel que indaga sobre mi trabajo»
Sin el campo, no hay ciudad, suelo decirles a mis estudiantes, se lo inculco a mis hijas y se lo digo a todo aquel que indaga sobre mi trabajo. Es una lástima no poder tener frente a mi a los legisladores o a los ministros que toman decisiones que afectan al sector primario para que también se enteren, pues, al parecer, en la escuela primaria se los quedaron debiendo.
Si pudiera hablarles, les contaría -porque debe ser que no tienen televisor ni redes sociales- que las cosechas de los campesinos se están perdiendo, que con lágrimas en los ojos cuentan que tienen que enterrar el producto de tanto esfuerzo, que las heladas de principio de año los dejaron endeudados a más no poder y que, para colmo, los insumos para llevar a cabo su trabajo son costosísimos gracias a todos los aranceles que deben pagar.
Les diría que no es necesario importar ningún producto agrícola, porque en Colombia somos capaces de producir de sobra lo que se nos ocurra, porque esta tierra es privilegiada y nos puede dar de comer a todos, siempre y cuando desde el ejecutivo y el legislativo les den una mano a quienes trabajan de sol a sol por poner el alimento en nuestra mesa.
Les haría caer en cuenta que todos esos trapos rojos en las ventanas y las horribles imágenes de niños en los huesos apenas forrados de carne no tienen solución salvando aerolíneas que pagan impuestos en otros países, sino en manos de un campesino al que, por su parte, le vendría bien calmar el hambre de su pueblo, la suya propia y la de sus colaboradores, en vez de botar su cosecha.
Les sugeriría que antes de pensar en subirle al IVA a la canasta familiar exaltando el beneficio fiscal que esto conllevaría y poniendo como ejemplo a otros países, analicen la manera de equiparar los ingresos de los colombianos con los de esos países a los que hacen referencia, para que la demanda suba y los productores no se vean afectados.
«Resulta fundamental discutir de manera urgente el futuro inmediato del sector primario, las estrategias que piensan implementar para beneficiar al campesino»
Les diría a los Ministros Navarro y Restrepo, de agricultura y comercio respectivamente, que es importante asistir a los debates de control político a los que se les cita, que con eso demuestran el interés que tienen en la solución de los asuntos que atañen directamente al bienestar del pueblo. Resulta fundamental discutir de manera urgente el futuro inmediato del sector primario, las estrategias que piensan implementar para beneficiar al campesino y, en general, a la población colombiana.
Es necesario que la idea de que entre colombianos nos ayudemos no surja exclusivamente de la sociedad civil, sino que el estado muestre un interés real en aliviar la situación de los menos favorecidos y reconstruir un país que, como todos, está superando la crisis generada por la pandemia pero que, como ningún otro, tiene que salir adelante en medio de un virus más fuerte, que se llama corrupción (en todos la hay, pero aquí superó el límite del descaro) y que ha deshumanizado a las grandes élites, las mismas que, lastimosamente, son quienes toman las decisiones en cuanto a nuestro destino.