La cuarentena, el gran momento de dejar huella
Opinión: Flor María Torres Estepa. Pedagogo- SED BOGOTÁ
La situación actual del mundo propiciada por el Covid -19 o, más específicamente, por la cuarentena en la que, casi sin darnos cuenta, ha generado una nueva manera de interrelacionarnos con nuestros semejantes más inmediatos, es decir, nuestros familiares y ha derivado en situaciones que pocos hubieran si quiera imaginado seis meses atrás; porque ni en nuestras fantasías más reveladoras hubiéramos pensado que tendríamos que luchar contra un enemigo invisible que se escondería sagazmente detrás de lo que constituía nuestra cotidianidad.
Fue en el momento en el que apareció ese diminuto pero gigantesco tirano cuando los amigos, jefes y compañeros de trabajo pasaron a ser una vocecita a través del whatsapp o una figurita diminuta en una videollamada; el trabajo, los límites de las cuatro paredes de nuestra vivienda y la jornada laboral, el tiempo para compartir con esas personas a quienes tanto amamos, pero que quizás no conocíamos de la forma en que creíamos hacerlo.
La vida cambió: los pequeños con toda su energía, imaginación y curiosidad empezaron a sacudirnos. A las preocupaciones relacionadas con el trabajo, el sustento del hogar y el bienestar propio, se sumó la necesidad de convivir armónicamente con las dinámicas del mundo infantil. De un momento a otro, nos vimos -como en un pasado ya lejano- en medio de una cena con tazas de juguete, tapando goles que iban directo al televisor, reaprendiendo las operaciones básicas y, en general, repasando lo que fue nuestra época de colegio.
Unos añoran y consideran a la pobre profesora, otros, mentalmente le recuerdan a su progenitora. Hay quienes convierten la sala de su casa en pistas de obstáculos o casas de muñecas y viven untados de cuanto material viscoso se ingenian los sabios maestros de youtube; también están los que se rinden con facilidad ante las dificultades del niño para comprender a la primera instrucción y llaman al maestro a decirle que es mejor que repita el año, porque ellos no tienen paciencia para motivar a los niños o simplemente porque no comprenden los temas y otros, tristemente, vuelcan sus frustraciones en los niños, los hacen partícipes o por lo menos testigos de situaciones de violencia y convierten este momento de sus vidas en un triste recuerdo con el que tendrán que convivir hasta el final de sus días.
Las circunstancias que estamos viviendo son únicas: ninguna generación reciente y -esperemos- ninguna generación futura tuvo o tendrá la oportunidad de compartir momentos tan significativos con los suyos y construir relaciones de manera tan consciente como la que podemos edificar nosotros con nuestra familia. Es el momento de inculcar en los niños esos valores que solo se enseñan en casa y de mostrarles de qué manera, a través de la unión y el amor, se pueden sortear las dificultades.
También es el momento preciso para que los niños aprendan las cosas básicas de la vida, las que les van a servir para defenderse en un futuro. Quizás no sea necesario pintarse de payaso (aunque si quiere y le gusta, hágalo), pero sí puede aprovechar la ocasión para enseñarles el valor del trabajo, la necesidad de que colabore en las labores domésticas, hacerse cargo de sus cosas, preparar un alimento básico, cuidar de lo que se consigue con esfuerzo y un sinnúmero de etcéteras que se presentan en la cotidianidad de un hogar.
Es el momento justo para dejar una marca imborrable en su vida. Ya lo decía alguna vez el psicólogo y maestro Haim Ginnott: “Los niños son como cemento fresco: cualquier cosa que caiga sobre ellos deja una huella”, sería imperdonable no moldearla de la mejor manera.