Chile y Nueva Zelanda: Un intercambio de conocimientos en ingeniería sísmica
NOTI-AMERICA.COM | CHILE
En primera instancia, el equipo que viajó a Nueva Zelanda incluyó a Rubén Boroschek, profesor de Dinámica de Estructuras y Diseño Dísmico de Estructuras, al profesor de Diseño en hormigón Andrés Larraín y al profesor de Sistemas Pasivos de Protección Sísmica de Estructuras, Rodrigo Retamales todos de la Universidad De Chile, además de un representante del Ministerio de Salud de Chile, Renato Calcagno y un miembro de la comunidad profesional, Mario Lafontaine. Sin embargo, lamentablemente, Andrés Larraín no pudo unirse al viaje.
El viaje duró aproximadamente 10 días, donde se analizaron diferencias y similitudes sobre cómo cada país enfrenta los desafíos de la protección sísmica de hospitales. A pesar de que Nueva Zelanda tiene una población mucho más reducida que Chile, cuentan con mayores recursos económicos. Ambos países enfrentan terremotos de gran magnitud, pero las aproximaciones y recursos disponibles en Chile son diferentes.
“Visitamos Christchurch, donde participamos en un seminario muy productivo con alrededor de 40 o 50 personas, entre académicos y profesionales de Nueva Zelanda, discutiendo cómo se diseñan y protegen sísmicamente los hospitales en ambos países. Posteriormente, visitamos varios hospitales en construcción tanto en Christchurch como en Wellington y Auckland, donde también tuvimos reuniones con académicos de la Universidad de Victoria y otras instituciones”, detalla Boroschek.
Sobre el proyecto
El proyecto está financiado por un período de dos años y busca lograr principalmente 2 metas. En primer lugar, generar artículos académicos que comparen las culturas de diseño en ambos países y analicen las consecuencias de estas prácticas. Y, por otro lado, como consecuencia de lo anterior, se busca aplicar los conocimientos adquiridos en la construcción de hospitales en ambos países.
“Los beneficiarios finales de este trabajo son para las poblaciones de ambos países, ya que proteger un hospital implica garantizar la capacidad de operar los sistemas de salud después de un terremoto severo, y en algunos casos, incluso durante el evento. Esto no solo reduce las pérdidas económicas, sino también las sociales, al asegurar que los hospitales puedan seguir atendiendo a la población en momentos críticos” señala el académico.