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ARMENIA EVITA LA VIOLENCIA CON UNA RÁPIDA DIMISIÓN DEL PRIMER MINISTRO por: Nacho Alarcón

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Después de 11 días de protestas pacíficas, Serzh Sargsyan, primer ministro armenio, dimitió en el día de ayer, horas después de que empezaran a circular por las redes sociales imágenes de cómo grupos de militares desarmados se unían a las manifestaciones. Durante su década en el poder Sargsyan intentó mantener un equilibrio entre la influencia de Moscú y de los socios occidentales.

La armenia comenzó como la mayoría de las revueltas políticas, de las revoluciones: con protestas pacíficas en la calle. Las posibilidades de que las mismas deriven en violencia se multiplican varias veces con el paso de los días. Sin embargo ayer, después de 11 jornadas de protestas multitudinarias en la calle Serzh Sargsyan dimitió como primer ministro del país, en un movimiento que sorprendió a la comunidad internacional.

La movilización tiene su origen en una reforma constitucional realizada en 2015, cuando Sargsyan, entonces presidente del país, convocó un referéndum por el cual había un cambio de sistema y Armenia pasaba de ser un sistema presidencialista a una república parlamentaria en el que el poder lo tenía el jefe de Gobierno, el primer ministro. El líder armenio prometió que él no sería primer ministro y que no trataba de acumular poder en sus manos, y los votantes dieron el “Sí” a la reforma.

Sin embargo a comienzos de este año se agotaron las dos legislaturas límite con las que cuenta el presidente de la república, y el partido de Sargsyan le eligió como primer ministro del país, justo lo que había dicho que no haría.

Las protestas ganaron fuerza cuando Nikol Pashinyan, uno de los líderes de las manifestaciones y diputado de la oposición, fuera detenido junto a otros activistas el domingo. Eso ocurrió solo después de que el líder opositor se reuniera con Satsyan en un hotel de Ereván, la capital del país, un encuentro en el que Pashinyan pidió al primer ministro su dimisión.

El lunes, cuando las protestas llegaban a su punto álgido, Pashinyan fue liberado. Horas antes grupos de militares que parecían desarmados salían de sus barracones y se unían por cientos a las demostraciones en la capital del país. En la misma tarde de ayer Sargsyan se dirigió al país: “Esta es la última vez que les hablo como jefe de Gobierno. Nikol Pashinyan estaba en lo correcto. Yo estaba equivocado”.

Ayer, antes de la dimisión del líder armenio, Maja Kocijancic, portavoz de la Comisión Europea para asuntos exteriores, pedía a las autoridades de Armenia respetar el derecho a la libertad de asamblea, exigiendo la puesta en libertad del opositor Pashinyan. “Es decepcionante y preocupante que los encuentro que hemos visto a lo largo del fin de semana no hayan prevenido una escalada mayor”, aseguró en referencia a la reunión en el hotel de Ereván.

El equilibrio armenio

El pequeño país caucásico fía su supervivencia a mantener un equilibrio entre los socios occidentales, incluidas la OTAN y la propia Unión Europea, y Rusia. Moscú tiene una gran influencia en la zona, y la rivalidad de Sargsyan con Azerbaiyán, que lo hizo ganar popularidad entre los armenios, hizo que el Kremlin aumentara su presencia militar en la zona.

Las revueltas de los últimos 11 días tenían muy claro una idea: no tenían ninguna intención de tocar ningún asunto sobre las relaciones exteriores de Armenia, solamente sobre asuntos internos. Así ayer el Gobierno ruso expresó que se trataba de un tema interno armenio. La rápida decisión de dimitir por parte del primer ministro también ha evitado que Rusia tenga que tomar partido por alguna de las dos partes interesadas.

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